A Rimbaud y a Baudelaire
No más injurias formales
que destruyan lo insondable.
Mágica luz de verano
alumbra las letras,
repuebla
un desierto baldío:
funcionarios
de lo escrito.
Olor a muñeca nueva
despojándose de harapos.
Surtido de sensaciones.
Muerte sobria de lo sensato.
Se vive ahora lo inmenso
es lo eterno la carencia.
Sin ritmo,
no hay sinfonía:
clama y crea,
crea y clama
el ruido del alma.
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