martes, 17 de marzo de 2009

- CARRASPETAS -

(Performance: Paula Noviel (Presidenta de la Asoc Esp de Estatuas Vivientes)
Entrañas, fragancias y entresijos de palomas se difuminaban alrededor. En el cristal había un perfil, como de sombra de gato, sobre la luna.
Aquella noche desprendía aromas mágicos, que arropaban su esencia entre los delirios del joven Martín. De repente un hedor cotidiano, feroz y sonrojado, frío, le recorría. Otra pesadilla, los mosquitos gigantes que había visto en el cine de verano, tras el agujero de aquel muro sobre el que solía pintar, le estaban devorando; “¡otra vez no!”. De nuevo sudor y angustia, ansia, inquietud, desarraigo y frío, mucho frío. Su boca temblaba, track, track, “trackineos” de dientes ; sus piernas chasqueban contra el plástico, que le protegía de la lluvia.

-¡Martín, Martín !, despierta.
- ¡ahhh.. !, ¿qué?... ¿quién eres?
- Soy Carraspetas.
- “¿Quién?”, se preguntaba Martín sedado, entre tinieblas.
- “Carraspetas”, repetía.
- “¡Déjame Carraspetas, no quiero verte !”, gritaba Martín.
- “¡Estás soñando Martín!”
- ¡Ahhh, sí que, qué... !, exclama Martín en su legañoso despertar.“¡Buenos días !” ; un instante y todo parecía tranquilo. El hedor cotidiano continuaba.

Martín miró hacia arriba entre la lluvia; ya era tarde para él y decidió levantarse. y apresurado corrió entre latas y cajas viejas, sin saber a dónde, avanzaba y observaba; estaba seguro que observaba y avanzaba; sin embargo el estatismo envolvía su alrededor.. clock, clock, clock, desgarraba el suelo con sus pies descalzos. “Ah, mira cómo acabaron José y Panchito ; acuérdate de Soledad, Juanito, Pedrín, Magdalena...”; Martín, corría y corría,” ¡Carraspetas !, ¿dónde estás ?, ¡Carraspetas !...”, pero su fiel padrino no le respondía.

Un inmenso cielo se abalanzó sobre él, se rodeó de colores que encarnaban múltiples sensaciones... ¡Ah, Carraspetas, ya has vuelto !. “Me levanté, trabajaba, no paraba, tronco tras tronco desnudábamos los bosques del Amazonas, yo tenía ayer 11 años, hoy también y mañana...”, pensamientos como estos no dejaban de rondar por la cabeza de Martín. “La hoja de coca me da de comer: pequeño era cuando me habló Carraspetas la primera vez, ¿libre?, no sé; él me habló mucho mientras levantábamos a Chuken de debajo del tronco, aquel que cortaron esos hombres. Por aquí ya no quedó nada Katina, Juco, Sikaru, Hinherte, Saneros, todos los mataron. Carraspetas después me lo contó... ese verano, que nos llevaron a abrir la tierra, para sacar piedras brillantes de aquella mina. Entonces, Carraspetas era menos fuerte y sólo susurró en mi oído, ese pequeño escalofrío.. “lo hicieron por plata Martín, plata para los gringos”... después se fue haciendo grande.

“No había calles, ni edificios. Entonces el barracón, la mama y los hermanos, la selva y las hojas. ¿Dónde los llevaron Carraspetas ?, dímelo, ¿porqué me trajeron aquí donde las bolsas, cajas y trapos son la comida, el abrigo y la ropa ?”, le suplicó y suplicó..., Carraspetas pensaba y pensaba..., no había respuesta.
“Luego, descubrí el silencio, luego de matar por oír de nuevo a Carraspetas, cada vez con más intensidad; Carraspetas ya no estaba en las hojas que comíamos, aquí en la ciudad, iban todas a los almacenes. Un día vi a un gringo, frente a la puerta, me había quitado a Carraspetas, buscaba sus respuestas aspirando una enorme bolsa. Un disparo. Un silencio. Una intensa carrera. ¡Por fin te encuentro Carraspetas !.

- No te abandoné, decía en voz baja. No te abandoné, ¿es que no me entiendes, Martín?, Nunca os abandoné...

Aturdido, no sabía, quería olvidar, dejarlo en un cubo tras el barranco de porquería, ese que rodea la ciudad; allí, donde ahora habitaba. Quizás otro niño, pensé, quiere preguntar a Carraspetas; pero la bolsa me aguardaba del agua... ya no parecía oírse más aquella voz. Mientras se vaciaba, susurraba lentamente: ¿No sabes Martín que te persiguen ?, alguien oyó también mi voz en la esquina del gringo ¿recuerdas aquella carrera hasta el refugio?. Confusión, desgaste, desolación, agobio.... Carraspetas ¡déjalo ya !, alguien viene.

Un intenso frío, negro, impregnado de oscuridad y odio se acercaba al cuerpo mojado y tendido de Martín; la noche abandonaba las auras grises y blancas, un cielo de sangre empapaba su cabeza ; Carraspetas le apretó fuerte y gritó intensamente Boom, Boom,...

- Nadie se dará cuenta, ¡adiós carne de gadimpeiro !. Esta vez sí que tenemos una buena pieza, Corazón de Coca nos dará una jugosa comisión.
- Sí, carne fresca. ¿Lo has matado?
- No, parece que aún respira, saca los botes de formol.
- ¡A ver!, los ojos están nuevecitos. Hoy sí que has apuntado bien; de este lo aprovechamos todo...

Y así, de nuevo burlando la tenue oscuridad, una sirena de policía se aleja de los restos de Martín. Mientras, el sonido de Carraspetas sigue fundiéndose en las lágrimas de cada tormenta de América Latina.

“Este es un cuento visual y sensorial, dedicado a todos esos niños condenados a asumir el vértigo de la vida, la miseria, el narcotráfico y la explotación”

1 comentario:

Anónimo dijo...

bonito, triste y fatalmente real cuento, un beso muy grande, pepa :)